Extracto de la ponencia presentada en la Conferencia de Association For Conflict Resolution, Philadelphia, Pennsylvania, EE. UU., 25- 28 Septiembre de 2006
Introducción:
Entendemos por Paz un determinado estado de convivencia que se caracteriza por: a) que los seres humanos compartan determinada posibilidad; b) que los seres humanos encuentren en esa posibilidad la satisfacción de sus necesidades básicas; c) que los seres humanos encuentren en esa posibilidad el desarrollo de sus potencialidades; d) que los seres humanos encuentren en esa posibilidad su realización como personas.
Si nos detenemos en cada frase, podemos advertir que la construcción de la Paz implica trabajar con y por los otros.
Ahora bien, la responsabilidad ética nace de la necesaria alteridad que nos impide “ser solos” y nos exige “ser con el otro”; no sólo “dejándolo ser”, sino “ayudándolo a ser”.
Somos responsables del otro, en cuanto el otro espera nuestra respuesta y tiene derecho a ella.
Auto-proyecto
Por ello sostenemos que el hombre es un auto-proyecto indeterminado de auto-realización o de auto-frustración responsable, que tiende a conocer todo lo que es y a amar lo que es bueno.
Nos explicamos.
La separación del término auto-proyecto no es casual. “Auto” es un elemento compositivo que entra en la formación de algunos vocablos de nuestra lengua, con el significado de “propio o por uno mismo”.
Esto es, precisamente, lo que deseamos significar.
El hombre como tal es un ser perfectamente diferenciado de sus pares y poseedor de una dignidad eminente e insustituible.
El afirmar que el hombre es dueño de sus actos no es una verdad de Perogrullo. Pone en evidencia que gracias a su inteligencia y a su voluntad libre, sus decisiones, sus opciones le pertenecen y tiene que responder por ellas.
Pero, al considerarlo “auto-proyecto”, reconocemos una dimensión de la persona que excede los límites de su propio ser –único e irrepetibles, sí; pero no aislado-. El “proyecto” representa al hombre en perspectiva, es decir, frente al otro, con el otro.
Responsabilidad
Justamente porque existe esa necesaria relación de alteridad, es que sostenemos que debe “responder” por sus opciones. Esa interrelación e intercomunicación, evidente a los sentidos y a la inteligencia, mueve al hombre en la búsqueda del otro.
Al auto-proyectarse, lanzándose a sí mismo hacia los otros, el hombre realiza una opción fundamental, en la cual se compromete personalmente en forma total.
Es decir, adopta una decisión definitiva de entrega (aceptar al otro) o de clausura (hacer su propia historia: endiosamiento, egoísmo, soberbia). Esta descripción nos recuerda al poeta Tejada Gómez, que en uno de sus versos expresa: “Importa dos maneras de concebir el mundo. Una, salvarse solo, arrojar ciegamente los demás de la balsa y la otra, un destino de salvarse con todos, comprometer la vida hasta el último náufrago…”.
Esa, es la opción fundamental, la opción de vida, aquella que nos ubica libre y radicalmente, en relación al último fin.
Pero, aún podría no entenderse en todo su sentido nuestro afirmación que el hombre es auto-proyecto indeterminado de auto-realización o de auto-frustración responsable.
¿Cómo fundamentamos esta afirmación?
Pues bien, lo primero que debemos destacar es que reconocemos en el hombre una unidad totalizante, compuesta de cuerpo y alma, de materia y espíritu; con posibilidad de adaptarse biológicamente al medio y superarlo, transformándolo; con capacidad de inteligir las cosas visibles y las invisibles, de buscarles sentido, de indagar sus causas, de encontrar la verdad.
Poseedora de voluntad libre, que la hace dueña de su propio destino, la persona humana se diferencia de los otros seres y adquiere un tipo propio, que se desarrolla en el marco de la auto-conciencia y la auto-posesión.
Al mismo tiempo, el hombre se manifiesta como un ser para el encuentro. Su natural indigencia; su realidad ínter subjetiva que reclama relaciones de alteridad, configuran el aspecto solidario de su yo, que lo constituye.
Por todo esto es que la oportunidad de auto-realización está en poder obrar de acuerdo a las exigencias profundas del propio ser personal. Y ese ser personal exige ser “origen incomunicable de comunicación benefaciente” (Gregorio Valverde SJ); es decir, ser en esa comunicación razón de bien para los demás.
Cuando decimos “origen incomunicable”, queremos destacar aquella propiedad del ser personal que lo convierte en inabarcable, inaccesible en lo más íntimo de su espíritu, que no es capaz de expresar en conceptos para hacerlo inteligible.
Sin embargo, esta imposibilidad de comunicación total con el otro, se compensa con la relación singular de interioridad que Dios le propone al hombre.
Responsabilidad moral
El hombre es sujeto de la moral en cuanto es un ser consciente de su propia situación original, que le plantea el interrogante sobre la manera más conveniente de realizarse, entre todas las maneras posibles de hacerlo.
Debe responder a esta pregunta vital. Es responsable. Tiene que hacerse cargo de todas las consecuencias de su acción, que es respuesta a ese interrogante existencial.
Trascendiendo lo que ya es, se esfuerza por alcanzar uno de los modos posibles de ser, que aún puede llegar a ser y todavía no es.
Va auto-realizando el proyecto que él es, de una manera determinada, dejando de lado a cada paso las otras formas posibles de hacerlo.
Y como resultado de su actividad responsable, va quedando más realizado o más frustrado.
Al quedar comprometido –por el ejercicio de su inteligencia y voluntad libre- con el modo de “ser” elegido, que lo acerca al Bien o lo aleja de él, se convierte en sujeto de la moral; que es la correcta orientación de todo el ejercicio de la libertad humana, en orden a la plena realización del ser del hombre.
En el camino hacia su fin trascendente, el hombre compromete su realización, de la cual debe responder moralmente.
En la construcción de ese determinado estado de convivencia que identificamos con la Paz, está comprometida la realización de todos y cada uno de los hombres.
De ello también debemos responder moralmente, todos y cada uno.
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