No es suficiente hablar sobre la paz; uno debe creer en ella. Y no es suficiente creer en ella, uno debe trabajar por ella.
Eleanor Roosevelt
Ha muerto un líder de la pacificación argentina, el ex presidente Raúl Alfonsín, (1927-2009), que inauguró en 1983, luego de elecciones presidenciales libres, el período de democracia más extendido, ininterrumpido desde 1983 hasta hoy.
La República Argentina llora en estos días a Alfonsín. Una multitud de más de cien mil personas lo ha despedido en su velorio y entierro. Esta impresionante repercusión no se daba desde hace 35 años, cuando falleció el líder carismático Juan Domingo Perón.
Más allá de los gravísimos errores durante su presidencia en el área económica, la figura de Alfonsín está asociada con la batalla por la libertad, la paz social y la reconstrucción democrática en la Argentina.
Tres logros son destacables en el gobierno de Raúl Alfonsín, a saber:
En esos violentos años, unas diez mil personas (llamados desaparecidos) fueron asesinadas cobardemente, sin juicio previo, por orden de las fuerzas armadas gobernantes. Simultáneamente, más de 500 personas pertenecientes a las fuerzas de seguridad fueron muertas violentamente por la guerrilla marxista.
Las cúpulas de las organizaciones guerrilleras y de las fuerzas armadas tuvieron oportunidad de defenderse en el juicio mencionado, en un caso sin precedentes.
Siendo que la dirigencia politica no goza de aprobación popular, ¿cómo se explica que la muerte de un líder político haya provocado tanta repercusión y tanta tristeza en la Argentina?
El fenómeno podría explicarse, en parte, por la necesidad de los ciudadanos de creer en dirigentes honrados, ocupados en pensar y elaborar propuestas en beneficio de toda la sociedad y no víctimas de las corporaciones o de los grupos de interés particulares.
En abril de 1982, el entonces gobierno militar, decidió recuperar por la fuerza las Islas Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña y cuya soberanía reivindicaba la Argentina desde hacía muchos años. Esta decisión fue sorpresiva y no tuvo en cuenta la magnitud del desafío. El triunfalismo argentino de la mayoría de los políticos de renombre los llevó a aprobar la desafortunada aventura bélica, aprobando lo resuelto. Raúl Alfonsín fue de los pocos políticos que rechazaron la decisión, pues creía que ese camino tenía como único fin fortalecer al gobierno militar.
Raúl Alfonsín tenía el don de la palabra. Brillante orador, Alfonsín supo articular en sus discursos y en los hechos la necesidad de reconstruir en la Argentina la vigencia de la republica y del estado de derecho, la separación de poderes y el debate de ideas como mecanismo apropiado para resolver las diferencias políticas.
Raúl Alfonsín creyó genuinamente que con la democracia se podría brindar una educación, salud y alimentación necesarias para que los argentinos pudieran recuperar un nivel de vida adecuado a los tiempos. No lo logró pero sembró las semillas que hoy la ciudadanía le está reconociendo. Ninguno de los lideres políticos posteriores tuvo tanta popularidad como el.
¿Por qué? Porque Raúl Alfonsín creyó siempre en el interés supremo de la paz social, de las instituciones de la republica, y en la negociación de buena fe como un valor propio y cotidiano de la actividad política.
Ojala que su nobleza y su buen ejemplo podamos atesorarlo en la Argentina, para vivir una convivencia más armónica, más consensuada, teniendo en cuenta que es mucho mas lo que nos une que lo que nos separa.
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