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BREXIT: una mirada desde la filosofía de la modernidad líquida y la ética de la alteridad

Hagamos un intento por comprender los sucesos recientes relacionados con la salida del Reino Unido de la Unión Europea desde la óptica de la sociología contemporánea, no sin antes hacer un breve repaso sobre los cambios paradigmáticos en el campo social durante los últimos siglos.

La Ilustración (siglos XVII y XVIII) pretendió construir un nuevo orden social mediante una suerte de “religión civil” sustitutiva de la religiosidad medieval, a la cual acusaba de oscura, autoritaria y cruel.

Sin embargo, la concepción ilustrada de la ley pronto se mostró igual de sanguinaria y cruel, pues consideró toda particularidad como mal y combatió ese mal con dureza. En efecto, según esta perspectiva, el orden social se mantiene obligando a los particulares a observar lo bueno (cumplir la ley) y a rechazar lo malo (lo que cuestiona al orden social imperante).

En la concepción moderna son buenos los hombres que cumplen la ley civil, independientemente de que la cumplan por táctica, por inercia o por imposición gubernamental. Pero la pretensión de hacer buenos a los demás puede llevarlos a la desgracia, pues cuando tal pretensión pierde pie en la vida de las personas y se centra en la eficacia y brillantez del sistema normativo, puede ser determinante de estructuras que pierden de vista lo vivo. Sucede entonces que el sistema normativo se aleja de la vida real y genera formas de organización de la vida humana que convierten a esas vidas en herramientas al servicio de un sistema “necesario”.

Según las ideas expresadas en su polémica obra “El Príncipe”, Maquiavelo sostiene que el gobernante es un soberano deslindado de toda autoridad legal o ética superior a sí mismo. Este es un gobernante férreo, que se legitima frente al pueblo y con su poder elimina el conflicto en la sociedad. Lo elimina siendo un gobernante que, en su gestión, busca principalmente el éxito y la eficacia con todos los medios a su alcance, pero no para el bien de sus súbditos, sino para asegurar la consecución del poder, su concentración y su permanencia en él. Ese fin es el que justifica los medios. Hay en este planteo una inversión de valores, donde la vida a la que el poder ha de servir, se transforma en aquello de lo que el poder se sirve.

Según Maquiavelo, entonces, no hay que buscar la eliminación definitiva del conflicto, pues tal cosa es imposible. Es imposible porque el conflicto es constitutivo de la sociedad, es ineludible e incluso es bueno para ella, pues la obliga a crear formas institucionalizadas de resolverlo. De cara al conflicto, entonces, más bien hay que buscar el modo de disciplinarlo eficazmente, sometiéndolo a control técnico mediante las instituciones. Precisamente, mediante ellas se fijan de modo estricto los medios coactivos que aseguran el buen funcionamiento de la vida en sociedad. Muchas ideas contemporáneas sobre la democracia retoman esta concepción republicana de Maquiavelo. Sin embargo, las ideas expresadas en “El Príncipe” han hecho que maquiavélico sea la denominación peyorativa de un accionar político desprovisto de buena fe, corrupto, interesado, astuto e hipócrita, que acaba socavando la confianza depositada por la sociedad en las instituciones.[1]

En medio de la crisis actual, el debate y la búsqueda de respuestas continúan ya que la Posmodernidad es muy compleja.

Así como frente a la Modernidad surgieron los planteos románticos, vitalistas y existencialistas, en la Posmodernidad también se alzan voces de resistencia a la hegemonía de la interpretación pública de lo real que ha surgido de la clave epistémica y pragmática que sustenta al Mercado como nuevo organizador simbólico y eje clave para dirimir las nuevas relaciones de “pertenencia”.[2]

Según Bauman, los lugares de compras/consumo ofrecen lo que ninguna “realidad real” puede ofrecer afuera: un equilibrio casi perfecto entre libertad y seguridad. Dentro de estos templos, los compradores/consumidores pueden encontrar lo que vanamente han buscado afuera: el consuelo de pertenecer -la confirmadora impresión de formar parte de una comunidad.[3]

Las claves de interpretación en tensión y en conflicto, conforman el escenario de la crisis de la Modernidad que, como toda crisis, conlleva en un mismo acto riesgos y posibilidades de mejorar.[4]

Como sostiene Cantelmi, la mutación que ha producido Gran Bretaña con el portazo inesperado a la Unión Europea es de tamaño colosal. Mientras, en América Latina apenas lo estamos percibiendo, hay una sensación creciente de catástrofe en Europa y del otro lado del Atlántico.[5]

Pero, aún peor, este movimiento promete un efecto imitación impulsado en todo el continente por la legión de nacionalistas que hoy están festejando de un punto al otro del mapa.

Es un error suponer, sin embargo, que quienes desde la calle votaron por la ruptura, lo hicieron abrazados ciegamente a los fanatismos y las entelequias de los relatos del nacionalismo. Hay quienes sostienen que tres elementos resultan claves para explicar la decisión del electorado:

  • la inmigración;
  • el temor por el terrorismo que también promueve xenofobia y
  • la recesión.

El último es, en verdad, la madre de todos estos males. Gran parte del voto rupturista se alimentó de un amplio sector de trabajadores defraudados porque su calidad de vida se ha deteriorado a igual ritmo que se ha retirado el Estado de esa agenda social. Allí y en toda Europa. Esa gente asume la inmigración como un peligro adicional a esas calamidades.

Y es aquí donde debemos remontarnos a los orígenes de la filosofía cristiana.

El cristianismo revolucionó la idea de pertenencia a una comunidad. Para Jesús el prójimo (el próximo, el más cercano) aquel que integra la comunidad y ante el cual es preciso asumir una responsabilidad, es todo hombre. Y lo ejemplifica en la parábola del buen samaritano[6], en la que un extranjero se comporta como un hermano. En la raíz del concepto de prójimo está la idea de fraternidad universal: en cuanto hijos del único Padre, todos los hombres son hermanos y componen una única comunidad. Por lo tanto, la misma humanidad es la comunidad fundamental.

En la cosmovisión cristiana, el samaritano —justamente por ser diferente— es hermano. En él la fraternidad universal convive con la presencia de distintas comunidades culturales, religiosas, políticas. Como en una familia, en la cual los hermanos no dejan de ser tales por ser distintos.

Sin embargo, esta premisa no es fácilmente aceptada hoy. Esta visión en crisis se evidencia en los enormes problemas globales. Los gobiernos, en sus Constituciones, se basan en principios universales que abarcan a toda la humanidad, aunque cada constitución regula su aplicación en el ámbito nacional. Pero tales principios se realizan plenamente sólo si superan las limitaciones que imponen los conflictos existentes. Esto es posible sólo si se abre la dimensión universal de la fraternidad, persiguiendo el bien sin perjudicar a los demás. Sólo así se podrá edificar la “ciudad inclusiva”; es decir, una fraternidad humana en la que serían compatibles diferentes formas de amistad política que expresen las distinciones entre personas y pueblos diferentes, pero siempre hermanados.

Resulta interesante rescatar en esta instancia los aportes de Lévinas, quien observó que la base de la violencia era el interés. Advirtió que este interés debe ser convertido en des-interés, es decir, ponernos en el lugar del otro sin esperar nada a cambio. Los seres humanos, por consiguiente, debemos emerger del ego cartesiano y ver más allá de nosotros mismos: aceptar que somos, tal y como señalaba Aristóteles en su Política, animales cívicos; “aceptar que a mi lado se encuentra el Otro, gracias al cual soy yo quien soy”.[7]

Con esto, Lévinas subraya la idea de alteridad, rechazando de este modo lo anunciado por la ontología. Ésta se caracterizaba por reducir a lo Mismo todo lo que se oponía a ella como Otro. El conocimiento representa, así, una estrategia de apropiación, de dominación. Por el contrario, el filósofo de Kaunas, inspirándose en la tradición hebrea, buscó otro modo de pensar esta relación: “El Otro se impone como límite de mi propia libertad”. [8]

Tras este olvido, Lévinas propondrá pensar de nuevo la filosofía entendiendo a ésta no ya como amor a la sabiduría, sino a la inversa, como la sabiduría que nace del amor. Pues lo que define al ser humano no es el ser, tampoco el interés, sino el desinterés. Por ello, hemos de tomar distancia del cogito, del sistema y de lo lógico, pues estos tres términos son los que habían caracterizado al pensamiento occidental hasta el momento, y crear una filosofía de la diferencia ya que lo importante no es el ser, lo concreto, sino la diferencia.

De lo contrario, la humanidad avanzará a un mundo encerrado, de fronteras y muros, pero sobre todo de hostilidades como pocas veces se han visto.

ENDNOTES

[1] Ianni Octavio; “Enigmas de la modernidad-mundo”; Siglo Veintiuno Editores; Capítulo 6

[2] De ello dan cuenta las ONG y otros muy diversos grupos y prácticas sociales de impronta poiética. Con gran diversidad de enfoques se abocan a temas artísticos, ecológicos, educativos, religiosos, familiares, deportivos, etc

[3] “Los templos del consumo no revelan nada sobre la naturaleza de la realidad cotidiana, salvo su opaca tenacidad e impenetrabilidad. El templo del consumo, al igual que el “barco” de Michel Foucault, es “un pedazo de espacio flotante, un lugar sin lugar, que existe por sí mismo, que está cerrado sobre sí mismo y entregado al mismo tiempo a la infinitud del mar”; puede lograr “entregarse a la infinitud” gracias a que navega alejándose del puerto de origen y se mantiene distanciado de él.”; “Los no-lugares comparten algunas características con nuestra primera categoría de lugares ostensiblemente públicos pero enfáticamente no civiles: desalientan cualquier idea de “permanencia”, imposibilitando la colonización o domesticación del espacio. Estos no-lugares no requieren dominio del sofisticado y complejo arte de la civilidad, ya que reducen la conducta en público a unos pocos preceptos, simples y de fácil aprendizaje. A causa de esa simplicidad, tampoco funcionan como escuelas de civilidad. Y como en la actualidad “ocupan tanto espacio”, ya que colonizan tramos cada vez más grandes del espacio público y los remodelan a su imagen y semejanza, las ocasiones de aprender el arte de la civilidad son cada vez menos y más espaciadas.”; Bauman Zigmunt; “Modernidad Líquida”; fragmentos del capítulo 3 “Espacio-tiempo”

[4] En el conflictivo contexto de esta crisis de la subjetividad, surge la Mediación como revalorización de la interioridad y retomando aspectos muy profundos del amplio legado cultural precedente. La dinámica del proceso de Mediación representa una oportunidad para recuperar aspectos referidos a la dimensión existencial y vital de las relaciones humanas fundadas en el diálogo, por sobre la dimensión meramente epistémica de las relaciones ordenadas según determinaciones objetivas externas al arbitrio del sujeto particular.

[5] Cantelmi Marcelo; “Brexit: un portazo a Europa que repercute en el mundo”, Clarin.com; disponible online http://www.clarin.com/mundo/Brexit-portazo-Europa-repercute-mundo_0_1601240068.html

[6] Lc. 10,29-37

[7] Paula Gil Jiménez; “Teoría ética de Lévinas”; subtítulo “Decir lo indecible”

[8] Como bien señala Paula Gil Jiménez, Lévinas logra poner sobre el tapete que no somos tan sólo hijos de los griegos sino también de la Biblia. La filosofía occidental había mirado hasta el momento únicamente a Grecia, olvidándose de Jerusalén.

[i] MARÍA EUGENIA SOLÉ

  • Master en Estudios avanzados en Mediación y Negociación IUKB-Institut Universitaire Kurt Bösch (Suiza). Graduada con Alta Distinción.
  • Abogada Mediadora.
  • Holborn College Diploma in Law of Tort and Law of Contract.
  • Licenciada en Resolución de Conflictos y Mediación.
  • Mediadora Prejudicial con matrícula otorgada por la DPMARC Provincia de Buenos Aires.
  • Docente capacitada en Educación y TIC (Ministerio de Educación de la Nación Argentina).
  • Miembro del Comité de Gestión de Cyberweek 2013/2014/2015
  • Docente capacitadora de ODR LATINOAMÉRICA.
  • Miembro del Foro Internacional de Mediadores Profesionales.
  • Neutral en SIMEDIAR.
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Maria Eugenia Sole

Maria Eugenia Sole is an attorney mediator. She has a Holborn College Diploma in Law of Tort and Law of Contract. University degree in conflict resolution and mediation. Pre-trial mediator with registration granted by the Provincial Direction of Alternative Means of Conflict Resolution of the province of Buenos Aires, Argentina.… MORE >

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